domingo, 2 de noviembre de 2014

Frío y calculador.

Han pasado aproximadamente once meses de la última vez que vi su cara por última vez, y no hay día que no esté él en mi cabeza, su cara, su pelo, su cuerpo, su tacto, los recuerdos... A lo mejor se salvan esos días que estaba demasiado drogado como para recordar cualquier cosa. Es como si él llenara un vacío que nadie puede llenar.
El sexo que practico me hace aborrecer a la persona con que lo hago: Sus conversaciones se me hacen tediosas, sus imperfecciones se inflan como un pez globo y encima me parece poco ético decir "next". Fruto de mi infinita inteligencia corté toda relación con él, como siempre hacía antes (E intento no hacer ahora, hay que cambiar a mejor), no le dije ni pío, lo último que tengo de su "What's App" es un "Feliz ano nuevo", escrito desde su Nokia, y yo no contesté. Aun tengo su contacto en What's App, con ese maldito perro que se parece a tantos perros y que me hacen, al fin y al cabo, volver a recordar. Qué putada.
Pero ¿Sabes qué? Sé que soy un hombre racional, no voy a cometer el error que otros muchos cometieron, sé qué tengo que hacer y sé qué es malo para mi, y aunque tenía otras muchas mejores opciones creo que la que tomé no fue mala, es más, fue buena.
Siempre digo, cuando acaba una relación siempre hay alguien que gana y alguien que pierde... Lo reconozco, esta vez he perdido yo, y por goleada ¡Felicidades a los ganadores!